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sábado, 19 de abril de 2014

Gabo y las Bodas de Oro de mis padres

Gabo y las Bodas de Oro de mis padres.

Mis padres, Ramón y Teresa, celebraron el 50 aniversario de su boda el 3 de junio de 1996. El 3 de junio de 1946 él tenía 26 años y ella 24. A Ramón  se le había muerto toda su familia unos años antes. Teresa tenía padre y tres hermanos. El día anterior a la boda el cura que confesó a Teresa le dijo que no debía casarse con Ramón porque le parecía comunista. Teresa no le hizo caso, y por eso mi hermana y yo estamos aquí.

La celebración
Por razones de conveniencia festejamos la onomástica el sábado 1 de junio.
Primero una ceremonia religiosa,  donde renovaron sus votos. Mi madre estaba tan nerviosa que, cuando el sacerdote dijo "Podéis daros un beso", se lanzó a besarle y el hombre le dijo "gracias mujer, pero a quien debes besar es a tu marido". Fue la primera anécdota del día.
Continuamos con una comida en un pub que yo frecuentaba, Mr. Pickwick's, en la Urbanización La Florida. Ahí estábamos, familiares y amigos. El día fue luminoso y alegre, primaveral. Faltaron algunos, a unos les hechamos de menos, a otros no. La fiesta duró hasta la noche, en el jardín, la temperatura era muy agradable.
Mis padres estuvieron desbordados por el cariño de todos. Ese día fueron felices, todos lo fuimos.

El festejo continuó al día siguiente, domingo 2 de junio. Comimos con una familia muy querida, los Clemente. Eramos vecinos y habíamos desarrollado una cariñosa y sincera amistad. Los padres, la dulce Merche y José María, nos habían acompañado el día anterior. José María, hombre con un humor inteligente y algo surrealista, improvisó unas palabras que fueron muy celebradas. Era un hombre muy inteligente y amante de su profesión, creativo publicitario, formando parte de los pioneros en España del mundo de la publicidad. Su trabajo era muy estimado.
Pero el día anterior no habían estado sus hijos, y en casa queríamos celebrar con todos. Por eso nos fuimos a comer una deliciosa paella en un restaurante-bar de aquí, Majadahonda, se llamaba El Aladroque.
Los hijos de Merche y José María son seis más uno. Me explico, seis chicas (Merche, Marta, Susana, Silvia, Alicia y Beatriz) y un chico. Todas maravillosas, él un poco loco. José María Jr. Es igual que su padre, física y mentalmente, también es un creador. Fue una comida entrañable y divertida. El afecto entre todos era manifiesto.

El día del aniversario
Y llegamos al día 3 de junio de 1996, lunes. Nueva comida para celebrar con dos amigas que no pudieron asistir el sábado, Begoña y Marian. Entre Begoña y yo había una relación sentimental que aún duró algunos años más.
La comida tuvo lugar en Casa Lucio, uno de los mejores restaurantes de Madrid (inolvidables los huevos estrellados), situado en la Cava Baja. El restaurante era un lugar frecuentado por gente interesante y famosa, en el que nunca habían estado mis padres.
Gabo entra en la narración
Íbamos a comenzar con el segundo plato, cuando le ví. Era Gabo, el mismísimo Gabriel García Márquez. Estaba sentado en una pequeña mesa en un rincón del comedor principal. Le acompañaban su esposa y otro señor, cuya cara reconocí en ese momento,  pero no recuerdo su nombre. Que me perdone.
Me dí cuenta de que ninguno de mis acompañantes se había percatado de la presencia de Gabo. Y tomé una decisión. Todos los que estábamos a la mesa amabamos la obra de García Márquez. Recuerdo a mi padre y a mi hermana leyendo Cien años de soledad en la playa de la Victora de Cádiz. A mi madre la recuerdo  leyendo, en casa, El amor en los tiempos del cólera. Yo leía todo, en cuanto salía un nuevo libro de Gabo, lo compraba y lo leía lo antes posible.
Con estos antecedentes no extrañará que pusiera en marcha mi plan inmediatamente.

Con una excusa me levante de la mesa y me dirigí a la de Gabo, con el riesgo, pensaba, de que me despacharan de cualquier manera, ya que esas tres personas andaban por los postres y mantenían una conversación. No ocurrió así. Pedí perdón por la interrupción, me presenté y puse al tanto a Gabo de la circunstancia. Le pedí que se acercara a nuestra mesa, y saludara a mis padres, para los que sería muy grato y un regalo en sus Bodas de Oro. Y Gabo aceptó. Cuando ellos salieran se pasaría por nuestra mesa.
Regresé a nuestra mesa y constaté que nadie se había dado cuenta de mi maniobra. Seguimos comiendo y charlando, yo con un ojo en la mesa de Gabo. Llegamos a los postres y de pronto se acercó el Nobel.
La sorpresa no os la podéis imaginar. Gabo besando la mano de mi madre, estrechando la de mi padre y felicitandoles por sus Bodas de Oro. También nos felicitó a los demás. Charlamos un breve rato y comenzó la despedida. Mi hermana le ofreció una tarjeta para que nos dejara un autógrafo, pero él la rechazó argumentando que no era su costumbre, pues en alguna ocasión alguien había hecho mal uso de aquello. A cambio, con delicadeza, nos ofreció firmar un libro para mis padres, en recuerdo de la ocasión. Nos intercambios números telefónicos y quedamos en hablar para recoger el libro.
Para mis padres fue otro día feliz.
El viaje a Granada
Al siguiente día, mis padres mi hermana, Káiser y yo, partimos hacia Granada, donde íbamos a pasar una semana como broche del aniversario. ¿Había algún lugar mejor para nuestros enamorados?
Quizá os preguntéis quien era Káiser, pero esa es otra historia que requiere muchas páginas y quizás algún día os cuente.
En Granada vivimos unos días maravillosos, inolvidables. Nos hospedamos en el Hotel Alhambra Palace, situado en las inmediaciones del recinto de la Alhambra. Su interior es suntuoso, todo en estilo árabe. Recuerdo su terraza, con unas vistas maravillosas. En la ciudad, la montaña y la costa, encontramos lugares tan diferentes y cada uno de una gran belleza . Cuando ahora los evoco sé que mis padres fueron felices, y de eso se trataba. Después de 50 años de mucho dolor trabajo y sacrificios, esos fueron, sus mejores días. O así quiero creerlo.
El regreso
De regreso a casa, nos encontramos varios  mensajes en el contestador telefónico. Uno de ellos era de Gabo.
Cumplió con su compromiso. En el mensaje, muy cariñoso y próximo, nos deseaba que hubiéramos disfrutado del viaje y nos decía que, teniendo que abandonar Madrid antes de nuestro regreso, había dejado instrucciones en el hotel en el que se hospedaba, para que nos hicieran entrega del libro. Al mismo tiempo, se disculpaba de que el libro no fuera el que le había pedido mi madre, El amor en los tiempos del cólera, ya que su editor en Madrid lo tenía agotado en ese momento, en su lugar nos entregaba, con dedicatoria para Teresa y Ramón, un ejemplar de Cien años de soledad. El mensaje terminaba con una cariñosa despedida. Al día siguiente fuimos al Hotel Ritz a recoger el regalo de Gabo. La dedicatoria era muy hermosa, y e
l libro era el que es tenido, por muchos, como su obra más importante.
Final
Así transcurrieron las Bodas de Oro de mis padres. Así entró la persona de Gabo en nuestras vidas, porque su obra lo había hecho en nuestros corazones mucho antes.

Mi madre vivió once años más, mi padre dieciséis, pudieron celebrar su 60 aniversario de boda. Pero eso es otra historia.

Escrito el 18 de abril de 2014. Gabo murió ayer en México a las 22 horas en España.

A Teresa, Ramón y a Gabo dedico estos recuerdos.

1 comentario:

  1. Hermoso, bellísimo recuerdo y expresado con una dulzura, un cariño ...Vamos que abriste todos tus poros. Considero inteligente recordar momentos como ese pues son saludables. Muy lindo Y me encanta, ya te lo he dicho, tu sencillo vocabulario.Es familiar, así te haces accesible a todos quienes te escuchamos.
    Gracias por recomendármelo, me ha dejado buen sabor de boca.

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