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sábado, 27 de septiembre de 2014

La tradición como excusa

Tradición en las celebraciones populares


En este artículo quiero exponer mis reflexiones sobre algunas de las celebraciones populares que llenan nuestro panorama nacional. Pretendo con ello llevar al lector a un ejercicio de reflexión sobre la justificación de ellas con la base de la "tradición popular". ¿De verdad creen los españoles que la tradición es una razón que justifica todos los actos? ¿Sabemos lo que significa "tradición" y aún más "tradición popular"? 
  
Una vez escuché a un tertuliano decir, refiriéndose a la actitud de los andaluces en Semana Santa, en el Rocío, en la Feria de Abril o en cualquier otra manifestación pública o privada, lo siguiente: «En mi querida tierra todo es excesivo». La frase me gustó y me pareció ingenosa y expresiva; solo un andaluz podría haberla pronunciado. 

Ahora yo la retomo para afirmar que en esta España diversa «todo es excesivo». En concreto me voy a referir al comportamiento colectivo de muchos españoles en dos tipos de celebraciones típicas y ampliamente extendidas por todo el territorio nacional, a pesar de la diversidad cultural de sus regiones. Me refiero a las celebraciones religiosas y a las que conllevan el maltrato animal.

Por chocante y contradictorias que pueda parecer son las celebraciones que, en mayor número y extensión territorial, tienen lugar en nuestro país. Ambos tipos de celebraciones comparten una misma razón de ser en el acerbo cultural de muchos lugares de este país. Las dos forman parte de la "tradición popular" de nuestros pueblos.

La locución "tradición popular" alude a los valores, creencias, costumbres y formas de expresión artística característicos de una comunidad, en especial a aquellos que se transmiten por vía oral. Lo tradicional coincide así, en gran medida, con la cultura y el folclore o la sabiduría popular.

El folclore es la expresión de la cultura de un pueblo: artesanía, bailes, chistes, costumbres, cuentos, historias orales, leyendas, música, proverbios, supersticiones y demás, común a una población concreta, incluyendo las tradiciones de dicha cultura, subcultura o grupo social.

Hubo un tiempo en el que éste lugar que llamamos España, era una excepción cultural en Europa, eran los tiempos previos al final de la reconquista, en el que tres culturas diferentes convivieron en paz en el mismo territorio. La cristiana, el islam y la judaica. Las tres culturas monoteístas abrahámicas. Fueron quizá los tiempos de mayor pujanza cultural de lo que terminó siendo nuestro país. 

Las celebraciones religiosas que hoy tienen lugar son fruto de la larga historia de predominio de una de esas religiones, basado en un pacto entre el poder y la Iglesia Católica, que, con matices, todavía perdura. 

Por su parte, muchas de las celebraciones populares en las que se practica el maltrato a animales tienen su origen en la edad media y algunas solo eran practicadas por nobles y caballeros, como demostración de gallardía, valor, fuerza y habilidad, y con pocas modificaciones han llegado hasta hoy. Los vasallos formaban parte de  los espectadores. Solo mucho tiempo después se convirtieron en actores.

De los dos tipos de celebraciones tenemos muchos ejemplos donde elegir. Yo he elegido dos que me parecen paradigmas del conjunto y adecuados para el propósito de este artículo. 

Me refiero a la Romería del Rocío, manifestación de religiosidad popular católica andaluza en honor de la Virgen del Rocío. La romería se celebra el fin de semana del Domingo de Pentecostés.

El otro ejemplo es el festejo conocido como "el Toro de la Vega" que se celebra en la población vallisoletana de Tordesillas, que se celebra anualmente el segundo o tercer martes de septiembre en función de como caiga la Virgen de la Peña (8 de septiembre), y que tantas críticas levanta año tras año desde 1954.

El Rocío es una aldea del municipio de Almonte, en la provincia de Huelva. El pueblo cuenta con unos 1.700 habitantes, si bien durante la romería de Pentecostés el número de visitantes ha llegado a alcanzar la cifra de aproximadamente un millón de personas.

«La primera referencia a un lugar de culto mariano en la zona data de la primera mitad del siglo XIV y se halla en el Libro de la montería de Alfonso XI, en que se alude a una «ermita de Sancta María de las Rocinas». En 1587 Baltasar Tercero Ruiz funda en la ermita una capellanía».

La hermandad matriz de Almonte ya se documenta en 1640, en un testamento otorgado ante el escribano de la Villa almonteña, D. Juan Bautista Serrano, el 1 de enero de 1640, por Juan de Medina "el Viejo". En 1653 se proclama a la Virgen patrona de la villa de Almonte y a partir de estos años comienza a difundirse el nombre de Virgen del Rocío en detrimento del anterior de Santa María de las Rocinas. Es en esta época en la que se fundan las primeras hermandades filiales. En el año 2014 el número de hermandades filiales de diversos puntos de España asciende a 114».

Los rocieros, tras recorrer en romería -en lo que es pura fiesta-, a pie, a caballo, en carretas, carros engalanados en coches de caballos o en charretes, el camino, el cual pasa en parte por el parque de Doñana, una inmensa multitud de devotos llegan a las puertas de la ermita, donde los almonteños la noche del domingo al lunes de Pentecostés, realizan lo que popularmente llaman «el salto de la reja». A continuación, los almonteños sacan a la Virgen que llaman «Blanca Paloma» en procesión y la llevan en hombros por la aldea. El trayecto recorre las distintas hermandades desde donde los sacerdotes le rezan la Salve, acompañados por el pueblo rociero.












Cualquiera que haya visto las imágenes del «salto de la verja» habrá comprobado el paroxismo que en esos momentos expresa la multitud de almonteños que luchan duramente por ser los primeros y únicos en cargar con el paso de la "Blanca Paloma".

La emoción embarga a la multitud que llora y reza sin parar; como horas antes cantaba, bailaba, comía y bebía.




Este es solo uno de los ejemplos de los muchos que se pueden poner sobre la tradición de las celebraciones religiosas, entre las que se destaca las de la Semana Santa -especialmente en Andalucía-, con sus procesiones y penitentes algunos alcanzan grados extremos como flagelaciones y penitencias   como los "picaos" de San Vicente de la Sonsierra (La Rioja), o el caso de los "empalaos" de Valverde de la Vera (Extremadura).






No se tiene certeza de las fechas de origen de la "tradición" de los  "empalaos" y de los "picaos", aunque por los datos existentes se cree que estas  tradiciones comenzaron a finales del siglo XV o principios del XVI. Ambas son las muestras más crueles de los actos de penitencia que han sobrevivido hasta nuestras fechas, ambas han recibido el reconocimiento de Fiesta de Interés Turístico Nacional.

Ambas son muestras de la llamada España negra, la de las minorías marginadas, la del medio rural abandonado, la de la intransigencia ideológica, la que se manifiesta a través de múltiples ritos de amor y de muerte que van de lo lúdico a lo trágico, de lo sensual a lo inhumano, que tiene todavía vigencia en esta sociedad más o menos desarrollada.

Además están las romerías y fiestas de vírgenes y cristos que se celebran en todos los pueblos de España en diferentes días del año.
  
En estas fiestas, más allá de una peculiar devoción religiosa, existe un componente de sentimentalismo atávico que embarga a las familias,  que ven a sus hijos portar a la virgen, cristo, santa o santo, como lo hizo su padre y antes su abuelo. Éstas celebraciones se acompañan de otros tipos de festejos mundanos que alegran por unos días la vida de esos pueblos.  Se camina, se bebe, se come, se baila y se reza, por este orden más o menos. La gente se lo pasa estupendamente.

En todo caso el pueblo llano se expresa en estas celebraciones con un fervor religioso que no deja indiferente a  cualquier extraño que asista a las ellas, y más si procede de una gran ciudad.

Un observador imparcial imaginario que pudiera asistir a todas estas manifestaciones religiosas, sacaría la conclusión de que España es una nación cuyos habitantes son profundamente religiosos practicantes, cuando el resultado de las encuestas demuestra que no es así. Según datos del Centro de Investigaciones Sociológicas, en 2014 un 71,5% de la población de España se considera católica. Sin embargo, la población española es actualmente poco practicante en su conjunto: según el mismo estudio, en enero del año 2014 el 62,1% de quienes se autodefinen como creyentes de alguna religión dicen no ir a misa o a otros oficios religiosos casi nunca, el 14,1% dice ir varias veces al año, mientras el 12,9% dice acudir a oficios religiosos casi todos los domingos y días festivos y apenas un 2,3% dice que va varias veces por semana.

Si España se está convirtiendo en un país en el que la laicidad está aumentando de una manera tan significativa, ¿qué mueve a tantas personas a comportarse de forma tan apasionada con respecto a unas celebraciones de una religión que no practican? ¿Qué media entre su habitual comportamiento religioso y la actitud que muestran en ésas conmemoraciones religiosas?

Simplemente la «tradición popular»,  el recurso dialéctico omnipresente en todas las celebraciones.

También responden -cómo no- a la "tradición popular" aquellas celebraciones que conllevan el maltrato a los animales. España no es un país que destaque por procurar el bienestar de los animales, antes al contrario, dando muestra con ello de una grave carencia cultural. En el país que llama "fiesta nacional" a las corridas de toros, alrededor de 60.000 animales son utilizados en los meses de verano como plato fuerte en las fiestas populares de muchos pueblos. Además de las corridas de toros, las calles, plazas y campos de estos municipios son lugares para encierros, toros de fuego, carruseles de ponis, corridas de gansos…
Algunas de ésas actividades han terminado por ser prohibidas en los últimos años, levantado con ello el enfado de aquellos que participaban en ellas.

Como he dicho, en este apartado de las "tradiciones populares" me voy a referir al festejo denominado Torneo del toro de la Vega o simplemente "el Toro de la Vega".

El Torneo del Toro de la Vega es un evento taurino de origen medieval, únicamente celebrado en la localidad de Tordesillas (Valladolid). El torneo consiste en la -según fuentes- lucha, caza o persecución de un toro por «centenares de lanceros» -en 2012 fueron 500-, en la cual algunos de estos últimos intentarán alancear al toro hasta la muerte, después de que este haya sido soltado por las calles del pueblo y conducido por los corredores y aficionados hasta campo abierto. De acuerdo con la Ordenanza que regula el festejo, si el toro pasa los límites del área destinada al torneo o los lanceros no pudieran matarlo se indultará el toro.

«La primera referencia escrita en la que se mencionan toros en la Vega aparece en el año 1534 en el libro de la Cofradía del Santísimo Sacramento de Santiago Apóstol de Tordesillas, en el que se lee: «tubo sus festexos de toros, con dos toros por la mañana a la Vega y seis por la tarde».


De 1966 a 1970 el festejo quedó reducido a la primera parte del mismo, el encierro. En 1954, tras la difusión en el No-Do de unas impactantes imágenes del espectáculo que sensibilizaron a destacados colectivos y personalidades comprometidos con la defensa de los animales, estos emprendieron una campaña a favor de la suspensión del Toro de la Vega.

En 1966, a cambio de no suspender el espectáculo, una decisión del gobierno de Francisco Franco prohibió el rejoneo del toro en campo abierto para darle muerte. En 1970, bajo la influencia de personalidades como Gregorio Marañón, y debido a las presiones de los aficionados y de las autoridades locales, se volvió a autorizar el torneo en su modalidad «tradicional», a saber, acabando con la vida del toro.

El evento se desarrolla de la siguiente manera: «Antes de llegar a la vega donde se desarrollará el torneo, el toro es soltado cerca de la plaza mayor del pueblo y corre escoltado por la multitud, bajando por la Calle del Empedrado hasta el puente sobre el Duero. Pasado el puente, alcanza la zona del Cristo de las Batallas donde centenares de corredores tratan de citarlo y recortarlo. Allí le esperan los caballistas para proseguir con el recorrido hasta el Campo del Honor, zona donde comienza el torneo y el toro puede ser alanceado según la reglamentación. El alanceado consiste en hundirle una lanza en el costado hasta la muerte».

Las ordenanzas recogen algunas particulares costumbres. Todo participante tiene derecho a embadurnarse en la sangre del morlaco, como símbolo de su papel en el evento. Al matador se le otorgan los testículos y el rabo del toro para que los prenda en la punta de su lanza.




El mozo de rojo fue el vencedor en 2014 tras lancear tres veces en el costado al toro Elegido 

Este año el toro "Elegido", de 600 kg, fue alanceado tres veces en los costados por el caballista vencedor. 

«En cuanto al desarrollo del torneo, los detractores del festejo argumentan que [...] se trata de un linchamiento colectivo por parte de un gran número de personas a un animal que agoniza prolongadamente».

«Las posturas contrarias a esta celebración también existen en el extranjero. Hay fuertes críticas hacia el torneo de Tordesillas por parte de medios de diferentes países como Reino Unido, Francia, Estados Unidos y Alemania, que ven en el festejo un punto negativo para el turismo y lo califican de «truculento, sangriento e innecesario».

El partido animalista PACMA ha remitido al Parlamento Europeo este mes de septiembre una petición para que desde Bruselas se estudie si el Toro de la Vega puede estar incumpliendo la legislación comunitaria. La petición ha sido admitida a trámite.


El ensañamiento del hombre con los animales ha existido siempre y en todos los lugares del mundo. Hay pruebas de maltrato animal que se remontan al paleolítico. Lamentablemente el hombre ha hecho gala de esta conducta a lo largo de la Historia. Las críticas a este tipo de eventos con animales se remontan a la antigüedad romana, con las diatribas de Cicerón contra los espectáculos de circo con fieras.

España no tiene, ni mucho menos, la exclusividad de los festejos en los que se produce un trato cruel, e incluso la muerte, contra los animales, en muchos otras naciones de diversas culturas se practican eventos que nos llevan a plantearnos si el hombre ha evolucionado en sus costumbres -instintos primarios- como lo ha hecho en campos como el pensamiento abstracto, el arte, la ciencia y la tecnología.

En España se ha practicado el sufrimiento de los animales en los festejos populares a lo largo de toda su Historia. Hoy, a pesar del "avance" cultural que ha experimentado nuestra sociedad, sigue siendo un divertimento el sufrimiento animal, adornado ahora con el subterfugio de "tradición" y a veces mencionando la "emoción" y "estética" del espectáculo. En España, la legislación regula y permite, además, espectáculos protagonizados por animales, como las corridas de toros, los encierros y otras fiestas "tradicionales".

El artículo 3 de la Declaración Universal de los Derechos de los Animales, aprobada por la ONU en octubre de 1978, dice: "Ningún animal será sometido a malos tratos ni actos de crueldad. Si es necesaria la muerte de un animal, ésta debe ser instantánea, indolora y no generadora de angustia". El concepto de maltrato animal abarca, pues, todas aquellas acciones de violencia infringidas por el hombre a otros animales con ensañamiento y "de manera injustificada". No en todos los casos, sin embargo, existe consenso por parte de la sociedad.

En algunas naciones con mayor desarrollo cultural que España se han prohibido este tipo de espectáculos que suponen el sufrimiento, e incluso la muerte, de animales. Aunque en un principio las medidas fueron objeto de la protesta, a largo plazo han contribuido a superar tradiciones que no concuerdan con el tiempo actual, logrando así mejorar el nivel cultural de sus pueblos.

Un ejemplo: Hasta el siglo XIX los espectáculos taurinos también se celebraban en otros lugares de Europa. Así, en Inglaterra eran frecuentes los hostigamientos de toros, peleas entre perros y toros. Sin embargo estas prácticas fueron prohibidas en 1824, el mismo año en que se fundó The Royal Society for the Prevention of Cruelty to Animals.

En otros casos, lamentablemente, no ha sido así. Ahí tenemos el ejemplo de Dinamarca, cuyo desarrollo en muchos aspectos es de los más altos a nivel mundial, y que sigue manteniendo la "tradición popular" de la "Matanza de delfines".




Cada año, en las zonas costeras de las islas Feroe se lleva a cabo la matanza de miles de delfines por parte de adolescentes que celebran que han llegado a la edad adulta. La ceremonia tiene lugar en primavera cuando los delfines calderones se acercan a las costas, y todo el pueblo se prepara para el “gran día”. Este acto, que se realiza al aire libre y a la vista de todos, se convierte en una fiesta que deja las aguas teñidas de rojo, bañadas de sangre. Se argumenta a su favor, como suele ser habitual, que se trata de una "tradición" de más de 1.200 años: Lo cierto es que cada año se matan de esta forma entre 1.000 y 2.500 delfines. Los jóvenes se aprovechan de la confianza que estos magníficos animales tienen hacia las personas para poder matarlos.

Es decir, el desarrollo material y cultural no asegura la existencia de una sensibilidad hacia los animales, que continúan siendo objeto de la crueldad de los hombres en aras de un interpretación perversa del concepto "tradición". 

La palabra tradición proviene del sustantivo latino traditio, y éste a su vez del verbo tradere, «entregar». 
La tradición suele versar genéricamente sobre el conocimiento y también sobre principios o fundamentos socio-culturales selectos, que por considerarlos especialmente valiosos o acertados se pretende se extiendan al común, así unas generaciones los transmitirán a las siguientes a fin de que se conserven y perduren, se consoliden. 

La visión conservadora de la tradición ve en ella algo que preservar de manera fiel y acrítica. Desde una perspectiva abierta al cambio se aprecia, por el contrario, que la vitalidad de una tradición depende de su capacidad para renovarse, pudiendo modificar su forma para adaptarse a nuevas circunstancias, sin perder por ello su sentido.

El poeta Vicente Aleixandre destacó  esta capacidad creadora de la tradición al escribir en su discurso de recepción del premio Nobel: «Tradición y revolución. He ahí dos palabras idénticas».

Aunque el poeta situaba la frase en el contexto literario, es válida para lo que aquí tratamos, pues si la tradición es parte de nuestra historia colectiva de la que debemos guardar memoria, también es el trampolín del que debemos tomar impulso para evolucionar, y superar, nuestros instintos ancestrales, mejorando en calidad humana. 

Esto puede suponer abandonar algunas de las actividades que tenemos como fruto de la "tradición cultural" cuando en realidad, por el paso del tiempo, se han convertido en "costumbres" que han llegado hasta hoy por la ausencia de un pensamiento social crítico. 

¿Cuándo será consciente ese pueblo, que hoy celebra esos festejos, que donde hay sufrimiento no vale otra cosa que la ayuda y la compasión?

Donde hay sufrimiento no hay estética. Solo hay un sujeto, en este caso un animal, que sufre y otros, carentes de empatía y de la mínima cordura, que disfrutan de su  sufrimiento.

¿Por qué se mantienen estas "tradiciones populares"? A mi entender por dos causas fundamentales:

1.- Por la ausencia de un pensamiento crítico, causado, en parte por la deficiente formación en materia educativa y cultural de una gran parte del pueblo español. Arrastramos siglos de retraso en la educación, una situación que no se recupera con facilidad y más en el entorno rural. 

2.- La explotación económica de estas "tradiciones populares" a través del turismo nacional y extranjero. Las celebraciones religiosas y civiles se publicitan y sostienen a través del clásico "Tipical Spanish", hoy dentro de  "Marca España". El ministerio de turno, por otra parte, ayuda a ello declarando a algunas de las celebraciones como "Fiesta de Interés Turístico Nacional, o Internacional" y las CC.AA. como "Fiesta de Interés Turístico Local" que conllevan subvenciones y apoyo. Como lo "típico" vende, otras consideraciones quedan fuera de lugar, aunque ello suponga reducir la categoría de las "tradiciones populares" al género de "costumbrismo nacional".


En resumen, en España las "tradiciones populares", religiosas o civiles, no  han evolucionado lo suficiente en función de los tiempos, no porque una "tradición" no deba ser cambiada "por definición", sino por la ausencia de una valoración crítica capaz de adecuarla al devenir social e incluso a suprimirla si se basa en fundamentos no racionales superados por el avance cultural de la sociedad.

Un pueblo en desarrollo, necesariamente, va dejando atrás creencias y costumbres que si fueron válidas para sus antepasados, no lo son para tiempos posteriores. Cada generación tiene su propio marco de valores, forma parte de la evolución natural de la sociedad. Esto no significa tener que olvidar el pasado, al contrario, debemos tener memoria histórica. Debemos apoyarnos en ella para mejorar la sociedad, y también al individuo. Solo así podremos dejar a los que nos sucedan nuestras experiencias y hallazgos, y también los errores cometidos. 

Si nos hubiéramos quedado con las "tradiciones" sin adaptarlas al curso del tiempo, incluso creando la base de otras nuevas, seguiríamos sin evolucionar ni como personas ni como seres sociales civilizados que aspiramos a la superación de la especie humana en sus valores y conocimientos. 



Dedicado a Natalia Angulo Haynes (@Natajsha) qué me inspiró éstas reflexiones a través de su estupendo artículo "La estética de la tortura".



Majadahonda, 25 de septiembre de 2014. 

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